La hepatitis B es una enfermedad mucho más grave y duradera que la hepatitis A. Se transmite a través del contacto con fluidos corporales infecciosos como, por ejemplo, sangre, secrecciones vaginales o semen, los cuales contienen el virus de la hepatitis B.
Para algunas personas, la infección solo dura unas semanas; en este caso, se trata de la hepatitis B aguda. Las personas que desarrollen hepatitis B crónica tendrán una infección de por vida que puede causar cáncer de hígado, cirrosis (cicatrización del hígado) o la muerte. En la mayoría de los casos, las infecciones por HBV no presentan síntomas o solo presentan síntomas similares a una gripe leve, por lo que es posible que no le diagnostiquen la enfermedad hasta pasados unos años, momento en que puede haberse agravado.
La hepatitis B puede propagarse de madre a bebé durante el parto, si se tienen relaciones sexuales con una persona infectada, si se comparten agujas y jeringuillas, si se comparten cuchillas o cepillos de dientes, o si se tiene contacto con la sangre o la herida abierta de una persona infectada.
Puede protegerse con una vacuna frente a esta forma de hepatitis tan peligrosa. Hay terapias disponibles para tratar la forma crónica de HBV, pero, una vez que se ha producido la infección, no existe ningún tratamiento en la actualidad que cure a las personas. Por tanto, las revisiones para la identificación de HBV y la prevención de nuevas infecciones son claves. Si ha tenido hepatitis B una vez, no volverá a tenerla más.